viernes, 5 de noviembre de 2010

BRONSON I: DE CÓMO EMPEZÓ TODO

Supongo que querréis que os cuente porque participe en la búsqueda de ese vellocino de Oro y como fue todo. La verdad es que cuando me lo plantearon pensé que era la última gilipollez a la que iría. Cómo si me importase a mi que el Jasón este es rey de nosedonde o currito del burger king, a mi esas cosas me la traen al pairo.
  Me dijeron que iba a compartir el viaje con grandes héroes griegos, con Heracles, con Orfeo, que dices, pos cantara bien, yo voy a ver al orfeón donostiarra y cantan bien, así que este también. Eso de que vaya un tal Tifis de Sifas da un poco de mal royo, porque suena a enfermedad sexual, pero bueno pagan bien y tampoco tenía nada mejor que hacer.

Que listos fueron al no decirme que venia el psicópata de Malkovich, si no según llaman a la puerta les vuelo las pelotas con mi Winchester del 12 y sigo tan tranquilo en mi rancho de Missouri bebiendo Bourbon. Pero bueno, ahí no esta lo peor del asunto, que esto de los héroes griegos suena muy bien.
Qué Idmón lee el futuro en las entrañas, ¡oh! que bonito suena. ¿Vosotros sabéis que mal huelen las entrañas de leer?,que Ifito de Fócide (vete tu a saber dónde cae eso) es pintor e imaginero, sí sí, muy bonito, pero una vez después de haber pintado a toda la tripulación ¿Qué pinta? Otra vez a la tripulación, ¿y luego?, Otra vez más, y otra más.

Esto es un trabajo de precisión y valor, no un paseo por el campo, no se puede llevar a cualquiera. Hace falta gente profesional, cualificada, competente, por lo menos que tenga el grado medio de manejar trirremes griegos, un grado superior en desollar, la carrera de argonautología, unos antecedentes, 12 trabajos hercúleos, ser Chuck Norris, por el amor de Clint (Eastwood) No ser un imaginero y pintor (ingeniero, uno o dos vale, para que el argos no se vaya a pique con el primer iceberg que pasa, que eso de es de barcos enclenques) o leer entrañas. Las entrañas se cocinan si hay fuego y si no lo hay se comen crudas, para leer cada día y enterarte que va a pasar ya están los periódicos que no van tan caros. Y por si fuera poco se acabo el bebercio a mitad de viaje, normal que según viese un carnero que bajo la luz del mediodía (vamos que hacia un calor que la mitad de la tripulación se caía por la cubierta) me lanzase a por él y le quitase el vellocino de las narices más rápido que lo que tarda una bala en atravesar un cráneo de conejo en una cacería. Y ale, ya está, de vuelta a casa dirás tú, pues no. Aún tuvimos que pasar por otra epopeya llena de momentos “épicos” (como cuando se llenaron los depósitos de las letrinas y no podíamos responder a la llamada natural)  para llegar de vuelta a casa y ver si coronaban al desgraciao de las narices y nos dejaban tranquilos o no, pero eso es otra historia y ya os la contaré 

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