viernes, 5 de noviembre de 2010

DÖNER: Los orígenes

Hola, mi nombre es Döner, y soy un cordero desollado. Antes no era así, antes era un cordero normal. Nací en agosto, dato irrelevante, en una aldea de corderos humilde pero con viñas. Mi padre trabajaba en una serie de animación como extra. Mi madre utilizó todos sus estudios universitarios para convertirse en bailarina de Streep-tease subacuático. Yo era un cordero aplicado, apuesto, con un pelazo rubio, tenía a las corderas detrás de mí, a los profesores encantados, y practicando deporte era único.
Cuando era joven, en una de estas cosas que se hacen, quise cambiar de look. Unos me decían que me pusiera pendiente, otros que cambiara de cencerro, otros que me hiciera mechas… No me gusta que la gente me diga qué tengo que hacer, así que hice algo diferente, algo que no me recomendó nadie. En qué momento se me ocurriría ponerme brillantina en el pelo. Claro, estaba muy molón con mi lana rubia llena de brillantes reflejos. Parecía hecho de oro.
Resulta que un gañán llamado Jasón quería recuperar su trono de Yolcos, que queda según entras en Tesalia a la derecha, y para ello necesitaba el vellocino de oro. Por cierto, señores de “God of War”, vello-cino, vello de vellón, del latín vellus, conjunto de lana de un carnero u oveja que se esquila. No una mierda placa para el hombro, mucho especialista en gráficos y en aventuras pero historiadores uno… o ninguno. Para ser correctos, lo que llevaba Kratos debía ser una rebequita o una bufanda, pero eso es aparte. El caso es que necesitaba la piel de un carnero de oro, y como yo era rubio y me había puesto brillantina, parecía de oro. Decidió que él y los impresentables de los argonautas, me persiguieran para darme caza.
He de decir que no tenían ninguna posibilidad de capturarme, pero el día que vinieron a por mí yo no podía correr. Era el cumpleaños de la Puri y yo estaba bien merendado. En otras palabras, estaba más lleno que las gónadas de un seminarista (hay que ver la censura, que tengo que poner gónadas en vez de cojones). El caso es que una panda de gordos griegos sodomitas me cazó y me desolló. Y es que debían ser gilipollas.
Vamos a ver, Jasón, rey de los imbéciles, tal vez eso del vellocino lo mismo era una metáfora, ¿eh? No sé, Grecia en los años… bueno, hace un copón de tiempo, cuando no estaba escrito el diccionario Iter Sopena, cuando aún había leones en España y no eran del Athletic de Bilbao, joder, que los tigres aún no se habían hecho la ortodoncia y aún tenían los colmillos largos, Jasón, que tal vez todo fuera una metáfora y lo del vellocino de oro se refería a la ganadería, no sé. Lana de color oro, como el trigo, lana para cosechar, lo mismo es eso, tonto lava. O no sé, Jasón, ten más cultura, que al este del mar afro-americano (es decir, el Mar Negro, de nuevo con la censura), la gente metía zaleas de oveja para coger oro de los ríos, tal vez era eso. Pero no, tenías que buscar a un carnero joven, de buenas hechuras, bien parecido, con estudios y deportista, con dinero, y joderle como me jodiste quitándome la piel, mira que tienes huevos, Jasón. Además, erais entre 40 y 55 (tengo que fiarme de los autores, yo no los pude contar), mira que tantos para un carnero… Tío, podíais haberme hecho una vasectomía y a correr, todos contentos (sobre todo yo y mi bolsillo).
En total, que me dejaron como un gilipollas en bolas por conseguir un trono que lo mismo podías haber conseguido con el truco “quién se fue a Sevilla perdió su silla”. ¿Pero qué se puede esperar de un atajo de sebosos que trucan las estatuas para parecer más guapos? ¡Si encima su pasatiempo favorito era faltar a la gente! Porque se conoce que si pasas por la calle, en vez de piropos te insultan. Porque se conoce que dejaron de desollar carneros para hacerlo con cocodrilos hasta casi extinguirlos, porque se conoce que van a las corridas de toros porque es un gran festival de humor, y se conoce que la próxima vez que los vea a lo mejor les calzo una hostia.

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