viernes, 5 de noviembre de 2010

MALKOVICH 1: Metido hasta las Cejas

Hola a todos lectores de lo inhóspito y lo paranormal. Me dirijo a vosotros para iluminaros el camino a las entrañas del horror y la tortura, a lugares que dejarían en muy mal lugar a los nueve infiernos de Dante.
Por si no me conocéis mi nombre es John Malkovich, y soy un aclamado actor en todo el mundo, pero actor de verdad, no una vieja gloria como ese Charles Bronson del que más tarde hablaré.
Nuestra historia comienza hace un par de meses en una noche tormentosa. En mi Cámara de Tortu... err... Despacho, se escuchó estridente el tono del teléfono. Una voz de ultratumba (o acatarrada, según como se mire), deseaba hablar conmigo para cerrar un importante contrato cinematográfico, una película de tales magnitudes y dimensiones que sólo yo y mi arte innato e inimitable podíamos protagonizar. Se traba de una búsqueda épica y heroica, la epopeya de un conjunto de héroes bendecidos por los dioses, que se alzarían con el Vellocino de Oro, una lustrosa lana ovina y virgen que acreditaba los derechos de Jasón (un pelamingas griego, judío o algo así) sobre un reino llamado Yolcos. Yo interpretaría al capitán del barco elegido para tan gloriosa misión, sería el comandante de los Argonautas, nombre que según el director que me llamó (un tal Fanzine For Coppola o algo parecido), recibiría aquella gloriosa tripulación de dudosas orientaciones sexuales.
Acepté sin pensarlo. Ése soy yo, Malkovich, un hombre de impulsos que caza el éxito como un zorro muy astuto. No hizo falta hablar de dinero, todo apuntaba a una superproducción millonaria...

Fui engañado, estimados lectores. Vilipendiado, ajusticiado, HUMILLADO! (sólo me consuela que el gilipollas de Bronson lo pasó aún peor). No era ninguna película, era ¡una búsqueda verdadera!, ¡esa gente me requería para capitanear a una tripulación de locos traficantes de pieles!. Quise negarme, pero contaban con Abogados, los peores enemigos del hombre.
En fin, que más puedo contar, fue una experiencia traumática y dolorosa, donde tuve que sufrir vejaciones innombrables e indescriptibles, donde mi regio arte fue dañado sin consideración alguna por una pandilla de locos. ¡Bollywood es mejor que esto!
Como ya apuntaba al principio, tuve que cargar todo el viaje con el que me dijeron sería mi segundo al mando: Charles Bronson. ¿A alguién le gustan las “películas”  de este tio? Seguro que a nadie, es un estúpido sin cerebro ni registros artísticos. Lo odio por le mero hecho de que ofende al la profesión de actor. El idiota de él seguía pensando ¡que todo era una película!, por su expresión de embobamiento, se captaba que pensaba que el pobre cordero al que desollaron esos brutos herejes de los argonautas era una marioneta de atrezzo.
Este fue el ojo del huracán, cuando todo terminé, juré que no volvería a ver a esos salvajes ni al subnormal de Bronson si no era en mi Cámara de Tortu... err... Despacho. Pero hace tan sólo unos días... recibí una llamada en mi Cámara de Tortu... err... Despacho: Querían que contara la experiencia en una publicación pobre y de aficionados, sólo así me pagarían por mi ilustre labor de mando en aquel barco. Yo, que después de esto sólo quería desahogarme, accedí sin miramientos, y es que no tenía otra opción (además, es algo fantasbuloso y maravitupendo leer cualquier cosa escrita por mí, a diferencia de Bronson que de seguro es analfabestia).

Espero que hayáis disfrutado de este intrépido y excelente relato, situado al final porque es lo mejor que se puede leer en esta revistilla de mala muerte y en todo el mundo. De hecho, si tuviera que decir que obra mía es mejor, no podría, y es que alcancé la perfección hace muchos años, concretamente, cuando nací. Si no entendéis esto es porque sois casi tan alcornoques como Bronson y eso, debería castigarse con la pena de muerte. Muerte a mis enemigos y... ¡hasta otra!

No hay comentarios:

Publicar un comentario